autoritarias, haciendo que los menores carezcan de iniciativa, capacidad para ingerir sus
alimentos solos, sean sumisos, desorganizados, entre otros aspectos que afectan a su
desenvolvimiento (Arciniegas, y otros, 2018). Por otra parte, el niño que juega, logra mejorar
sus relaciones humanas, aprende a cuidarse, escuchar, expresarse con libertad y evita los
peligros (Ministerio de Educación, 2013). En consecuencia, el desarrollo de la autonomía se
logra a través de los hábitos, las interacciones sociales, el desarrollo intelectual, las actividades
de ocio y responsabilidad (Gómez y Martin, 2013). Estudios previos han expuesto que los niños
lograron la autonomía cuando se desenvuelven solos en sus actividades cotidianas como el
colegio (Ayllón, et al., 2019), además el juego es un elemento importante y mejor si se
desarrolla en los espacios públicos (Borgogni, 2019). El modelo actual de crianza liberal
sostenida en dos pilares como es el respeto y la confianza hace que el infante se desenvuelva
con libertad, desarrollando así la autonomía (Martakis, Brand, y Schroder-Back, 2018). Es
importante para la educación de los niños la aplicación de juegos, nuevos hábitos, desarrollo de
actividades de interacción social en lugares libres como los parques, la playa, espacios
deportivos, entre otros, con el fin que el menor se desenvuelva libremente, y que ante diferentes
circunstancias aprenda afrontar dicha situación, y evidencie el desarrollo de la autonomía.
En este sentido, Arizaca (2010) demostró que la sobreprotección se relaciona
negativamente con la autonomía, recomendando la implementación de programas de
intervención; Condori y Luque (2019) lograron mejorar la autonomía de los niños en
actividades como el lavado de manos, dientes, baño, respeto, responsabilidad, y seguridad.
Asimismo, el ambiente es necesario para el descubrimiento y el desarrollo de la autonomía
(Yábar y Bronzoni, 2018). Peñaranda (2018) evidenció que solo el 40% de docentes permiten
que el niño participe libremente en el aula, el 80% no preguntan a los infantes sobre sus
necesidades, menos desarrollan la autonomía, esto a razón que no existe armonía entre las
competencias previstas y el desarrollo de las actividades.
La autonomía se sustenta en la teoría Psicogenética de Piaget, porque el niño a razón de
la edad cronológica adquiere nuevos conocimientos, tiene facilidad para interrelacionarse con
el entorno y controlar sus comportamientos (Arias-Arroyo, Merino-Zurita y Peralvo-Arequipa,
2017). La teoría sociocultural de Vigotsky (1978), sostuvo que el desarrollo del infante está
vinculado a su entorno. Si el menor se desenvuelve en un ambiente armónico, con padres que
otorgan responsabilidades y corrigen los comportamientos inadecuados, estará formando una
persona autónoma, caso contrario ante el desfase ameritará la implementación de programas
para mejorar el desarrollo psicológico del menor (Chaves, 2001; De Rosa, 2018).También se
consideró la teoría del aprendizaje significativo de Ausbel, porque el niño cada día adquiere
Revista de Investigación Apuntes Universitarios
ISSN 2312-4253(impresa)
ISSN 2078-4015(en línea)