tocamientos y relaciones sexuales forzadas; en consecuencia, la prevalencia mundial de
víctimas sexuales en la niñez fue de 27% en niñas y 14% en niños. En América Latina,
investigadores de la Universidad Autónoma de México encontraron que el 77% de la víctimas
del ASI son niñas de un promedio de 5 a 7 años de edad, siendo los agresores los mismos
familiares y personajes más cercanos de la víctima (padre, hermano, cuñado, primo, abuelo,
padrastro, tío, amigos de la propia familia, etc.; Velázquez, Delgadillo y González, 2013).
En el Perú, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI, 2018), el 64.2%
de mujeres menores de 18 años fueron violentadas sexualmente. Esta cifra fue registrada por la
Policía Nacional del Perú (PNP) entre enero y junio del año 2018. Al respecto, la literatura
científica revela que hay factores de riesgo que influyen en el ASI por parte de los agresores;
estos han sido señalados en múltiples estudios como pertenecientes a una pandilla, con consumo
perjudicial y/o ilícito de alcohol o drogas, personalidad antisocial, exposición en la niñez a la
violencia entre los padres, antecedentes de abuso físico o sexual en la niñez, escasa educación,
promiscuidad sexual o infidelidad, opiniones favorables a la inequidad de género, entre otros
(Redondo, Pérez y Martínez, 2014).
Teniendo en cuenta todas estas aproximaciones, no es nada nuevo valorar los daños graves
a futuro en las victimas; en este caso, diversos estudios han demostrado que ser víctima de ASI
altera el desarrollo neurológico en el sistema nervioso central, ya que cada estructura del
cerebro del niño sufre una alteración negativa que impacta su desarrollo natural.
Posteriormente, esta situación puede desencadenar una experiencia donde las victimas
presentan mayor riesgo de desarrollar enfermedades mentales, como es el caso de un trastorno
de estrés postraumático (Acuña, 2014). Por su parte. Rodríguez (2012) menciona que la mayoría
de las víctimas de ASI presentan trastornos depresivos y bipolares, síntomas y trastornos de
ansiedad, trastorno límite de la personalidad, negligencia en las obligaciones, ausencia de
autoprotección, conductas autolesivas, ideas suicidas y baja autoestima. Además de la aparición
de insomnio, pérdida y aumento de apetito, dolores de cabeza, y debilidad muscular, surgen
conductas como: depresión, ansiedad, aplanamiento afectivo, miedo, vergüenza, culpa, enojo,
distracción, distorsión del tiempo, bajo rendimiento escolar, pensamientos en el evento,
pesadillas, distanciamiento familiar y social y constante hipervigilancia (Velázquez et al.,
2013).
En este contexto, y tomando en cuenta que en el Perú hace faltan estrategias y estudios
preventivos—específicamente en la ciudad de Juliaca donde el índice de casos incrementa a
Revista de Investigación Apuntes Universitarios
ISSN 2312-4253(impresa)
ISSN 2078-4015(en línea)